En este gremio periodístico, es difícil encontrar a alguien que no haya tenido un acercamiento –al menos desde la lectura- con Cristina Pacheco.
De vista, en mi adolescencia, yo sabía de ella antes de saber que estaba casada con José Emilio Pacheco. Mucho antes, también, de que yo supiera quién era él.
La curiosidad por el periodismo me hacía asomarse a sus crónicas en La Jornada. Imperdibles. Decía mucho, con poco. Sí, era un mar, pero uno contenido y desbordado a la vez. Con el deseo de entrar a esa profesión, me apegaba a sus textos como si fueran un manual. Quería escribir como ella. No creo haber sido el único con semejante deseo.
Mencionar a Cristina Pacheco es una evocación hacia un pasado que unos vivieron más que otros. Para las nuevas generaciones, que van descubriendo el arte de la entrevista, es si acaso, una persona, una escritora de la que, se dice, es muy importante.
Para algunos de mi generación -me incluyo-, es una figura elemental del periodismo mexicano. Más de un texto seguramente leímos.
Las anteriores generaciones la encuentran una institución con la que avanzaron profesionalmente, conociéndola en persona o solo desde la aproximación a ese otro que era ella, incluso, más Cristina Pacheco que ella misma: su escritura.
***
“¡Qué viva Cristina Pacheco!”, dice la Orquesta Basura el 1 de diciembre. En la más reciente y última transmisión de “Aquí nos tocó vivir”, el programa más longevo de la periodista, transmitido en el Canal Once.
Pronuncian esas palabras tras tocar una primera canción, minutos antes de que ella anuncie el fin de las transmisiones por motivos de salud que no aclara.
Afable, con una voz pausada que envuelve cálidamente a cada persona entrevistada y a sus invitados, les agradece su presencia. Un sello que le ganó una gran cantidad de adeptos.
Lee los mensajes recibidos por la audiencia, todos de reconocimiento por la forma en que supo conectar con los hogares. Alguien de Cholula, Puebla, le dice que la ha visto desde hace 40 años. “¿Y no me odia?”, responde Cristina Pacheco a la cámara, sonriente.
Otra persona, dice que su madre, quien a los 90 años sigue viendo su programa, le enseñó a disfrutar sus crónicas. “Muchas gracias”, comenta para pasar al siguiente mensaje, que lee en sus fichas.
No deja de ser una representación viva de la alegría, sabiendo que son sus últimos minutos al aire, antes de anunciar el cierre del programa. Es tanto lo que contagia, que hasta la Orquesta Basura decide no hacerle caso para pasar a la entrevista y toca otra canción, sabrá si conociendo lo que sucederá pronto o por puro ánimo.
Perdonen que tome algunos segundos de su participación, pero los necesito”, interviene Cristina Pacheco para cortar, poco después, la entrevista con ellos e ir a una breve pausa que dura menos de un minuto. Regresa la transmisión y aparecen todos los integrantes de la Orquesta, una imagen que inmediatamente se difunde en redes sociales aquel día.
De antemano, se disculpa con su audiencia por si pierde su acostumbrada elocuencia.
Antes que nada, con mucha emoción y mucha alegría, quiero agradecerles su presencia, su constancia, su apoyo, su solidaridad en este programa, a lo largo de tantos años. Han sido para mí, presencias vivas, mágicas. Son para mí seres queridísimos, que forman parte de una familia”.
Su voz comienza a cuartearse. “Han estado conmigo en momentos muy difíciles, como este”.
Aquí he pasado momentos maravillosos, pero también muy difíciles. Gracias a ustedes, he soportado perdidas muy graves. Hoy tengo que soportar, y aprender, a aprender a enfrentar algo a lo que me está enfrentando la vida”.
Agrega:
Por razones de salud, graves razones de salud, tengo que suspender, al menos momentáneamente, -de nuevo, la voz quebrada, el silencio-, ¿qué les diré?… ¿Qué pasó, Basurita –dice a un integrante de la banda a quien inmediatamente apodo así- se va a poner a llorar? No, no: al menos momentáneamente estas conversaciones (…) Piensen cuánto hemos aprendido de nuestros maravillosos invitados”.
Como a la Orquesta Basura, reconoce a todos sus invitados por enfrentar el caos vial de la Ciudad de México para ir a sentarse con ella. Conversar. “Aquí todos hemos compartido eso: experiencias de todo tipo, profesionales, pero, sobre todo, experiencias de vida”.
No avanza sin evocar uno de los pilares de su vida, el arte, con el cual “encontramos una salida, una puerta, la posibilidad de contestar a muchas respuestas”.
Sus palabras no son solo la despedida del programa. Es la despedida a la vida misma. Cada enunciado apaga lentamente las luces de un desbordado hogar.
Agradezco el amor, conozco la amistad, conozco la belleza del trabajo. Nada, o pocas cosas hay tan maravillosas, pocas cosas ha habido para mí tan maravillosas como llegar a este estudio todos los viernes”.
Una toma hacia el set muestra al staff mirándola, sosteniéndose de sus palabras. Cristina Pacheco les pregunta cuántos minutos le quedan al aire, para destinarlos a lo que no ha dejado de repetir en cada programa: gracias.
Pregunta a Basurita si quiere decir algo. “Estamos muy felices de ser parte de esta historia”, le responde.
Otro miembro de la Orquesta Basura confiesa que, antes de entrar al aire, platicaban sobre lo honrados que son por estar en “Aquí nos tocó vivir”, pues es algo que muchos artistas desean. Oscar, un miembro de la banda que no está, les pidió que dijeran a Cristina Pacheco que él, sin su programa, no sería músico.
No voy a decir que nos vemos el próximo viernes para seguir conversando, pero si voy a decir: estaremos juntos para siempre”, dice la periodista antes de que los aplausos ocupen los segundos minutos de transmisión.
Cristina ha apagado las luces.
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