Bryan Rivera

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Bryan Rivera González

Las fantásticas campañas electorales del 2024

En los buceos cotidianos de las redes sociales, encontré una foto que para bastantes personas será familiar en este periodo de campañas electorales del 2024.  

“Estamos en la época de políticos haciendo cosas extraordinarias que para la población son comunes, como comer en la calle o caminar”. Esto publicó el usuario Ignacio Molina, sobre un sujeto “bien parecido” (léase con ironía alto, de notable musculatura, de piel blanca), parado con su sombrero bien puesto en medio de una inundación, cuya agua le supera el muslo, casi como un fragmento “Lo Imposible”. Esa película donde una familia norteamericana sobrevive al tsunami del Océano Índico que afectó a ocho países. 

Una búsqueda inversa de imágenes en Google muestra que la foto no es del todo reciente. Aunque no encontré información exacta sobre quién es el susodicho candidato que habrá de salvarnos del apocalípsis que nosotros fabricamos (salvo que pudo ser tomada en el 2021), se destaca que todas las publicaciones en torno a su heroicidad versan sobre lo mismo: lo ridículos y hasta surrealistas que pueden ser los periodos de campaña.

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Pero el candidato del partido X no es el único. Si acaso, es uno de los últimos eslabones (ojalá) que han hecho ese ritual romántico sobre la tragedia humana durante las campañas electorales de este 2024 o de las pasadas.  

Las fantásticas campañas electorales del 2024
Un candidato durante las campañas electorales del 2024. Creditos: Especial.

Otra publicación muestra una pequeña galería de entusiastas del erario que también imitan los planos de cualquier película. Ahí donde los protagonistas sobreviven en el límite de las circunstancias. Sabrá si lo hacen de manera intencionada o no.  

Al pensar en esos tradicionales montajes es inevitable recordar al entonces candidato del PRI a la presidencia de Piedras Negras en Coahuila, Fernando Purón Johnston. Publicó fotos en el entonces Twitter sobre su recorrido en una comunidad inundada, por allá del 2013. 

El agua tiene un amplio bagaje semántico. Es representación de la pureza, lo transparente, la vida misma. Muchas fotos de humildad de candidatos son en medio del agua, pero sucia, como una especie de reflejo no deseado sobre sí mismo.  

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Estar en periodo de campañas es como habitar dentro de una dimensión muy particular, que se yuxtapone al resto de las otras realidades y cohabita con ellas durante un intensificado momento de semanas o meses. Cohabita con la pobreza, el deporte, en una caminata por un parque o de camino a la tienda, viendo espectaculares. En el trayecto en el transporte público con una muralla de carteles y bardas de hermosos colores arrebatados a la gente apropiados por los partidos. En una visita al cine, cuyo tiempo de cortometrajes queda reducido por la propaganda oficial. O hasta en la música interrumpida por algún corte propagandístico. 

Y es por demás caótico pero también curioso que las ciudades y los pueblos queden como una masa malamente unificada con fotos y nombres que vemos hasta el cansancio pero de las que solo escucharemos, después de las votaciones, por la resonancia de los medios de comunicación. 

Los mismos que ahora son gente del pueblo que, pasada la ansiedad electoral, siguen siendo la gente de “acá”, pero de la que toma mochilas y cajas de huevo, amarradas en lazo, para subir al camión que los habrá de separar de su comunidad, para no volver, si acaso, en alguna que otra fiesta patronal o navidad, es decir, el nuevo tiempo de votaciones. 

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Estamos en el momento de los aspirantes inscritos como representantes indígenas con las dudosas validaciones de las comunidades. De amantes de los derechos humanos que solo protegen con una mira unidireccional que no apunta hacia su propia trinchera. Del taco en la calle que quisiese ser el de un restaurante. Estamos en el momento de las gimnasias imposibles.  

Resulta un amplio e inagotable lugar común hablar de estas cosas, pero no por ello deja de ser necesario hacer una ligera reiteración. Al final, todo esto forma parte del hartazgo de las sociedades. 

Ni el color vino tiene los matices de un verdadero cambio, ni el regreso a las tradiciones psicosociales nos hará seguir el camino de liberación planteado por Jesús. Las pieles mudan, pero sus carnes siguen. 

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