Es una noche especial, pues Teresa Paulín sonríe a labios cerrados, mucho antes del triunfo de los alumnos de la UAEH. Bajo el marco de sus pesadas cajas azules se eleva ligeramente una mirada risueña hacia Octavio Castillo, cuando le coloca una estola en forma de “V”, aquel 25 de agosto.
Es una noche excelsa, mágica. Casi tan elevada como el protocolo donde ella extiende su mano al Consejo Universitario, al jurar desempeñar honorablemente sus funciones como directora del Instituto de Artes.
Y la efervescencia. Esa con la que un puñado de universitarios la cargan y dejan caer suavemente en el chapoteadero que más bien es la fuente de “La Garza” de Abasolo. Es su bautizo como académica de alto rango, dentro del oficialismo de Grupo Universidad.
No ha sido fácil. Bastante esfuerzo tuvo Teresa Paulín para estar del lado “correcto” de la historia. Mucho esmero en pedir a sus amigos docentes —algunos acusados de acoso sexual— que ayudasen a recolectar firmas para quedar como directora.
Poco importa si los alumnos del Instituto de Artes ignoran que están firmando una hoja para que ella quede como directora. “El fin justifica los medios”, dirían los maquiavélicos.
Pero no más noche especial.
No más danza de la Garza.
Solo empoderados gritos de las y los estudiantes que supieron asestar un puñetazo. Sus títulos no serán los documentos que recibirán, por sus meritorios estudios. Su triunfo es la certeza de ser el primer movimiento de alumnos que ganan una protesta a la UAEH.
Es una revancha por las veces que los presionaron a marchar bajo el inclemente sol para “defender” a la universidad, cuando les congelaron seis cuentas bancarias por lavado de dinero, en 2020.
Por llenar las últimas ediciones de la Feria Universitaria del Libro.
Por esas innumerables ocasiones en que los llevaron de acarreados a eventos políticos, por el precio de un punto extra en la calificación final. ¿Verdad, Adán Augusto?
Por ahora, no queda mucho de la arrogancia con la que la institución, hace años, se jactaba de no tener ningún conflicto estudiantil, en contraste a otras universidades a las que veían por encima del hombro por morderse las uñas ante un conflicto de tamaña naturaleza.
Grupo Universidad es fuerte, pero por un momento ha quedado en la esquina. Ya no son los tiempos sosos donde podían solucionar el problema con una camada de grupos porriles. El intento les salió muy caro en el edificio central de Abasolo. Les seguiría saliendo costosa cualquier represión, con tantos ojos-cámara en nuestros teléfonos celulares.
Lo ocurrido en estas semanas, es muestra de una de las principales lecciones de las que hay abundantes muestras en la historia de la humanidad: Gigantes también pueden dejar de serlo, por el bien de la propia gente.
Serán los estudiantes y las circunstancias políticas las que definirán si esto es solo un fuego que en soledad comenzará a apagarse, o algo más.
Algo más potente.
Algo más ardiente.
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