Los debates político-electorales por la presidencia se constituyeron con dos objetivos: demostrar las propuestas de sus candidatas y candidatos, igual que exponer su conocimiento para que la ciudadanía medianamente oriente su voto. Actualmente, de lo primero solo queda un poco, mientras que lo segundo ya es, más bien, el ideal de lo que debería ser.
El encuentro del pasado 7 de abril para la presidencia es la manifestación de que dichos encuentros han dejado de ser el pódium de las elocuentes argumentaciones, como también lo fue el Congreso de la Unión.
Dicho carácter desapareció con los años. No es algo de lo que podría culparse al actual gobierno. El debate del 2018 es recordado como una agradable danza bufónica donde el interés recaía en el uso más mundano de la grilla, la cual, por sí sola ya es deleznable. Ver a los aspirantes atacarse mutuamente, entre gestos cómicos. Cómo olvidar el gesto de AMLO sobre guardarse la cartera frente a Ricardo Anaya.
Podrán pasar mil debates pero nunca superarán esta joya…#DebateINE pic.twitter.com/oa4nhp6jB3
— Memes UNAM (@MemesUNAM) April 8, 2024
Inmersos como estamos en la espectacularización de los hechos, aguardábamos que el reciente debate de Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Máynez tuviese aquella picardía intencional. Porque sí, desgraciadamente, más allá de las propuestas, solo vemos los debates para bien quién tropieza más.
El discurso no se concentró en quién extendía las propuestas más coherentes, en quién salía con algún improvisado chiste o ver quién tenía más carisma. Esta vez, el debate por la presidencia solo giró en notar quién lucía más torpe.
Los resultados del debate por la presidencia
Si hablamos de ganar, nadie lo hizo. En realidad, en un debate no debe haber ganadores. Si los hay, quiere decir que la discusión solo funcionó para embelesar la figura del candidato “ganador”. Las ideas no necesariamente deben tener a un triunfo.
Sin embargo, sí existen algunos puntos que podemos destacar sobre quiénes mostraron ciertas flaquezas rumbo a las elecciones de este 2024.
Las y el candidato extendieron su pliego sobre la importancia de combatir la discriminación en todos los sectores. En términos generales, manteniendo, sin embargo, una postura muy tibia en cuanto a la comunidad LGBT y, por supuesto, las personas trans.
Denise Maerker y Manuel López San Martín solo pudieron arrancarles evasivas sobre elevar el carácter de discriminación hacia la diversidad sexual en el Código Penal, hablando vagamente sobre el derecho de la comunidad LGBT a adoptar, sin plantear nada concreto.
Si acaso, Xóchitl Gálvez se atrevió a profundizar más sobre el tema. Resaltando que ella, desde el Congreso de la Unión, impulsó varias iniciativas a favor de la diversidad sexual, que no se aprobaron.
Hablando de la candidata de la oposición, desde un inició blandió su espada de utilería para cuestionarle a Sheinbaum la línea 12 del Metro, la tragedia del Colegio Rébsamen, entre otras anomalías.
De igual forma, reiteró el discurso que la hizo candidata: ofrecerse como un perfil ciudadano. Esto pese a la notable presencia que tienen Alejandro Moreno y Marko Cortéz en el avance de su campaña.
Apeló al sector “vanguardista”, apostando en la tecnología y la digitalización como siguiente paso del país, dando tabletas y hasta datos móviles a las y los niños en las escuelas. También ofreció que los programas sociales se manejen bajo el sistema de blockchain, para evitar corrupción.
Sheinbaum y Máynez
En cambio, por algunos momentos, Sheinbaum apostó por la serenidad y un semblante casi estoico. Esto hasta que pesaron más los señalamientos de Xóchitl, incurriendo en un ir y venir de señalamientos que Máynez solo veía con su plastificada sonrisa.
Es, si acaso, la resistencia de la morenista a responder completamente todos los señalamientos, lo que la hizo quedar mejor. A ello, súmenle que presumió todos sus logros (algunos cuestionables) en la Ciudad de México. Acarreando también la promesa de continuar todo el asistencialismo que mantiene López Obrador.
Y de Máynez… pues eso, la sonrisa, algunos intentos por ser de la nueva política -ese concepto que es tan ambiguo como la misma definición de la “vieja `política”-, un esfuerzo por hablar en lenguas de señas, trayectoria, y ya.
Apelando al carácter bufón de los debates, podría decirse que Máynez ganó en presencia, con todo el torrente de memes inspirados en su eterna sonrisa. Sin embargo, las burlas no necesariamente se capitalizan en votos.
Este debate por la presidencia solo deja a la gente donde no debería estar: en el punto de partida, indecisa sobre por quién habrán de votar ante la falta de propuestas convincentes, ante las evasivas, ante los mismo de siempre.
Te puede interesar: