Para muchos, la protesta en el edificio central de Abasolo en la UAEH representó más de lo mismo. Más de la usanza de Gerardo Sosa, quien aplicó efectivamente el modelo de los grupos de choque como fuerza política en Hidalgo, por allá de los ochentas: una estrategia que, más de una década antes, ya aplicaba el PRI a nivel nacional.
Cuando el movimiento estudiantil del Instituto de Artes ingresó a Abasolo, hubo varias órdenes dentro de la UAEH.
Intendentes y personal administrativo del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSHU) y del Sistema Universitario de Medios Autónomos (SUMA) del horario nocturno, recibieron la “encomienda” de formar un grupo de choque para contener a los alumnos como pudiesen.
El grupo de choque también estuvo conformado por el Consejo Estudiantil: el férreo brazo que la UAEH siempre ha utilizado para dinamitar cualquier causa universitaria que sea ajena a sus intereses.
Quienes estuvieron en el calor de la protesta en Abasolo contra la UAEH, documentaron que el Consejo Estudiantil y varios directivos lideraron varios grupitos de choque, para dividirlos por todo el edificio. Comenzaron a dar “órdenes” para contener la protesta dentro de las instalaciones.
En los empujones y la angustia, medios de comunicación intentaron entrevistar a Esteban Rodríguez Dávila, el presidente del Consejo Estudiantil. “Que viva la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo”, fue lo único que respondió con una hilarante sonrisa.
Horas después, al advertir un inminente paro solidario, los coordinadores de licenciatura del Icshu pasaron a los salones, a leer la cartilla a las y los alumnos: que no se dejaran convencer por el movimiento estudiantil para hacer alguna protesta, ya que eso no les “incumbe”.
Algo así como un agresor exige mirar al otro lado, so pena de recibir la misma brutalidad con la que agrede a su víctima.
Teresa, Teresa, ¿dónde estás?
La protesta en Abasolo contra la UAEH también fue para encontrar a la directora del Instituto de Artes, María Teresa Paulín. Desde el paro del 28 de agosto, ha evitado cualquier contacto con el movimiento estudiantil.
Por eso, sucedió algo así como lo de Peña Nieto en la Ibero, en 2018.
“Tienen a Teresa escondida en un baño”, dijo un estudiante en el ajetreo de las agresiones, dentro de Abasolo. Sin esperar más, el movimiento fue a buscarla en el estacionamiento pequeño que hay dentro del edificio, exclusivo para directores y administrativos.
Se encontraron con una puerta bloqueada por una mesa, y con alrededor de cinco personas de mantenimiento, y otro de la Sociedad de Alumnos.
Parándose frente a ellos, el movimiento estudiantil exigió a gritos que Teresa Paulín saliera. Incluso, en un afán por sostener diálogo, tiraron los palos con los que intentaron defenderse poco antes de la contención de los grupos de choque.
La directora no salió. Es más, trató de hacer el sepulcral silencio de quien finge que no hay nadie en casa, en el momento en que un testigo de Jehová toca empecinadamente la puerta en domingo. Los ánimos volvieron a calentarse. Hasta le dijeron socarronamente a Teresa Paulín que se “fuera a París”.
Alguien gritó: “Sacaron a la directora por el otro lado”, y un grupito fue a buscarla a ese “otro lado” cuya veracidad no comprobaron. No todos hicieron caso. La mayoría, permaneció estoico frente a la puerta bloqueada.
Tampoco esperaron mucho. La intención era encararla con argumentos, no agredirla. Las y los alumnos se trasladaron hacia otra zona de Abasolo. Poco después, escucharon que Teresa Paulín fue sacada del edificio por diez personas, vestida con uniforme de mantenimiento. Casi como en una película.
Ya no pudieron corroborar si, en efecto, era ella quien estaba detrás de aquella puerta que el personal protegía sin aparente motivo.
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