Bryan Rivera

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Bryan Rivera González

Apuntes sobre la improcedente restricción en el consumo de alcohol en Pachuca  

No hay ciudad ajena al consumo del alcohol como hábito cuasi religioso, aunque en algunas de ellas, como Pachuca, más bien es una necesitada permanencia que brincará encima de cualquier efímera restricción. 

Desde las crecientes clausuras en bares y antros de Pachuca por las violencias, una de nuestras colaboradoras, América Castillo, resaltó que ella y sus amigos ya no tenían muchos lugares a dónde ir. Tanto por la falta de lugares, como por los evidentes riesgos de ser mujer y salir durante las noches.  

Lo de sus amigos era la “vieja confiable”: una encerrona crepuscular o nocturna o en casa de algún conocido o conocida. Encuentros de una cotidianidad cada vez más repetitiva y predecible.  

Nuestro reportero, Emmanuel Gamero, también precisa en ese tema. Pero agrega: 

La gente en Pachuca –o inserte la ciudad de su conveniencia- se emborracha porque no hay nada más qué hacer”. 

Opciones reducidas y explotadas hasta el cansancio, en una ciudad capital de apenas 297 mil 848 habitantes. 

El alcohol es una masa de realidad donde casi todos dejamos una huella. La vivimos en las antípodas del ocio o de las ocupaciones que solo dejan espacio para una corta desinhibición. 

Están aquellas personas que, ignorando las limitaciones ineludibles a una jornada laboral, van a la tienda por una lata o caguama. Quesque para el calor, el frío, o cuanta excusa sea ridículamente posible. 

Pasa con los estudiantes que llegan entonados a las clases matutinas o vespertinas. O de aquellos que aguardan estoicamente hasta después de la última clase. 

También es la realidad de burócratas y funcionarios que agregan unos cuantos minutos a la hora de la comida en algún restaurante o bar cercano. Los edificios gubernamentales cumplen con tener esos cuarteles a pocas cuadras de distancia, espacios donde, en años anteriores al celular, los jefes mandaban a buscarlos. 

Vaya, que hasta el presidente municipal que propuso la fallida restricción en el horario para consumo de alcohol en Pachuca, Sergio Baños, estuvo en un embrollo mediático por una presunta agresión contra una mujer tras echar tragos en un bar de Zona Plateada.  

¿La gente se emborracha porque no hay nada más qué hacer? 

Durante el 2020, en pleno apogeo de la imprevisible pandemia de COVID-19, un promedio de 623 mil 202 adolescentes consumió alcohol durante el confinamiento. De ellos, 414 mil 300 fueron hombres y 208 mil 903 mujeres, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut). 

En cambio, un análisis de 1996 -Sí, 1996- destaca la relación entre el consumo de sustancias con las variables sociodemográficas, como tiempo libre, conflictos familiares, actos antisociales, entre otros. Los datos se derivan de una encuesta hecha a mil 929 estudiantes de media y media superior, en Pachuca.  

Dicho análisis resulta un tanto estigmatizante, pues resalta que los jóvenes consumidores muestran una tendencia a involucrarse en riñas. También en dañar bienes ajenos, robar productos de tiendas y tener “armas para defenderse”. Situaciones que no forman parte –al menos no completamente- de nuestro contexto.  

Por su parte, la Secretaría de Salud de Hidalgo indicó, en noviembre del 2023, que el 4.7 por ciento de habitantes del estado consumen alcohol al menos una vez por semana. Es un promedio de cinco personas por cada 100. A diario, bebían dos de cada 100 personas, de entre 17 y 65 años.  

Llantos y rabietas por la fallida restricción en consumo del alcohol en Pachuca 

Estos datos preliminares, pueden ayudarnos a comprender porqué, dentro de todo lo prohibible en Pachuca, la restricción en el consumo de alcohol es la que más molesta. 

Así lo manifestaron los empresarios del gremio, desde los propietarios de bares, antros, y hasta los vendedores de barbacoa. También, a los propios actores políticos que no son ajenos al aligeramiento de la cerveza, el whisky o tequila en la capital del estado. Ahí donde se concentra el gobierno estatal. 

Ya desde el análisis de la propuesta, la Asociación de Bares y Cantinas de Pachuca advirtió que la iniciativa incluso podría desinflar el turismo e incentivar el aumento de negocios clandestinos con venta en los horarios restringidos. 

Tiene sentido, considerando que gran parte de las juventudes y adulteces solo visitan otros lugares para estar en un entorno distinto donde gozar lo repetible. 

Entre tanto, los empresarios y el grueso de la población pachuqueña puede estar tranquila, con el rechazo a la propuesta que ocurrió en el Cabildo.  

Queda relajarse porque no habrá restricción en el alcohol, en un entorno de bebidas adulteradas, de guardias de seguridad que golpean a jóvenes, cuentas infladas, taxis que son heraldos de la inseguridad después de la medianoche y de abundancias psicotrópicas.  

Es lo que importa.  

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